Cada 3 de agosto se conmemora el Día Internacional de la Planificación Familiar, una fecha que busca visibilizar la importancia del acceso universal a métodos anticonceptivos seguros, eficaces y asequibles, así como promover el derecho de todas las personas —especialmente mujeres y adolescentes— a decidir libremente sobre su sexualidad y reproducción.

La planificación familiar no solo previene embarazos no deseados, sino que también reduce riesgos de mortalidad materna e infantil, contribuye al bienestar familiar, fortalece la igualdad de género y permite a las personas tomar decisiones informadas sobre su futuro. De hecho, según datos de la Organización Mundial de la Salud (OMS), más de 200 millones de mujeres en el mundo aún carecen de acceso a métodos anticonceptivos modernos, muchas veces por falta de información, recursos o por barreras culturales.

Además, se ha demostrado que invertir en planificación familiar es una de las estrategias de salud pública más costo-efectivas. Por cada dólar invertido, se ahorran hasta tres dólares en atención médica relacionada con el embarazo y el parto.

Es importante exigir políticas públicas que garanticen educación sexual integral, servicios accesibles y libres de prejuicios, y el respeto al derecho de cada persona a decidir cuándo y cuántos hijos tener —o no tener—. La planificación familiar es, en esencia, un acto de autonomía, salud y justicia social.